Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 23 de junio de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 122, 3885-3886
Tema: Propósito incidental del Sr. Romero Robledo pidiendo al Congreso acuerde que verá con gusto que el Gobierno declare que no se suspenderán las sesiones hasta convertirse en leyes los proyectos de reformas militares

¿Qué quiere el Sr. Romero Robledo? ¿Qué se ha propuesto esta tarde con el discurso que acaba de oír el Congreso? Porque para adivinarlo sería necesario establecer una competencia con cierto oficio que S.S. ha querido ejercer hoy, el oficio que se ha propuesto desempeñar diciendo la buena ventura al Sr. Ministro de la Guerra. (Risas).

¿Qué quiere el Sr. Romero Robledo? ¿Que se discutan las reformas militares, o que no se discutan? Porque en verdad, lo que es por su discurso, realmente no se puede saber: en unos períodos parece como que estima de todo punto necesario que se discutan, porque así lo exigen el bien del país y de las instituciones; pero en otra parte afirma que hay peligro en discutirlas, y que no deben discutirse. ¿En qué quedamos? Porque si es lo primero, aparte del procedimiento, que no se puede aceptar, vendría bien la proposición del Sr. Romero Robledo; pero si es lo segundo, ¿a qué esa proposición?

Pues bien; esto, que es un verdadero enigma, yo no lo puedo descifrar, como espero que no lo descifrará el Congreso, ni lo descifrará tampoco el país.

Entre otras cosas lo que S.S. ha querido hacer, siguiendo su costumbre, es sembrar la cizaña en este campo; pero afortunadamente para nosotros, en este campo no fructificará la cizaña que S.S. siembre; porque no se pueden discutir en serio ciertas cosas, de discutirse aquí para satisfacer el amor propio del Sr. Ministro de la Guerra. No; las reformas militares deben discutirse por razones que ha dado S.S. y por las que constituyen el considerado de la proposición que tiene presentada sobre la mesa: por esto y porque todavía las reformas militares, por importantes y necesarias que sean, podían haber tenido la espera que tienen otras reformas importantes también, si no estuviéramos expuestos a discursos como los de su señoría. (Muy bien).

Cuando se trata de presentar las reformas militares de cierta manera; cuando, como sucede a S.S., no se tiene calma y paciencia para venir aquí a discutirlas y exponer las razones que tenga en contrario y aquellos puntos que sean convenientes para el país y los que crea beneficiosos para el ejército, como exige la buena fe, como exige el patriotismo de todos los españoles, pero muy singularmente de los que están llamados a representar al país en el Congreso o en el Senado; cuando se hace esta atmósfera y se supone que esas reformas pueden turbar la armonía de las diversas clases del ejército, y en vez de ser beneficiosas son una perturbación, es necesario discutirlas para que se demuestre que el Gobierno no ha querido hacer nada de esto; el Gobierno, por el contrario, ha aspirado a curar los males del ejército, el Gobierno ha querido llevar la armonía y la confraternidad a todas las armas, y por si acaso no hubiera acertado, es preciso que venga la discusión, que el Gobierno no ha hecho pacto con el error y admitirá todas las modificaciones que puedan traer esa armonía y esa confraternidad tan necesarias par el bienestar del ejército y para la tranquilidad de la Patria. (Muy bien, muy bien).

Y por esto hemos tenido todos los Ministros el gusto de anteponer las reformas militares a las otras reformas importantísimas que están también ya sujetas a discusión, que no era cosa de dejar, Sres. Diputados, que se convirtiese este asunto en tea de discordia, para que la manejaran las malas pasiones y los perturbadores de oficio. (Muy bien, muy bien); y por eso el Gobierno no ha visto ya en las reformas militares una cuestión militar, sino una cuestión de Gobierno y una necesidad de Gobierno; por [3885] eso quiero que se discutan, porque de la discusión nacerá la luz; y como el Gobierno no tiene la pretensión de traer lo mejor; como no tiene la pretensión de haber acertado, porque no es condición de la humildad el ser infalible, por eso quiere el Gobierno que se resuelva todo en un amplio debate. El Gobierno ha querido hacer bien al ejército; el Gobierno apela a todos para que le ayuden en esta patriótica tarea, pues no se puede decir todos los días que el ejército está mal, que es indispensable reorganizarlo, que es necesario reformarlo para después de presentar estas reformas abandonarlas sin causa, y mucho menos cuando sobre ellas se han hecho tantos y tan peligrosos comentarios.

Por esto, el Sr. Ministro de Gracia y Justicia, cuyo patriotismo no quiere comprender S.S., a pesar del deseo que tiene, deseo legítimo, de que sean leyes las reformas por él presentadas, como la del Código penal, la del Jurado, la del Código civil y la reorganización de los tribunales, ante este peligro, y para que no se encienda la tea de la discordia, que puede ser mal manejada, ha prescindido de sus proyectos de ley y se resigna a que sean leyes después de las reformas militares, como se resignaría en último resultado todo Ministro, cuando, después de haber hecho toda clase de esfuerzos, se convenciese de que no se podían vencer las dificultades que la oposición presente. (Aprobación).

Cuestiones de amor propio.

Ni las ha presentado el Sr. Ministro de la Guerra, que sería indigno de ocupar este banco si sujetara el resultado de reformas tan importantes a una cuestión de amor propio, ni sería decoroso para el Gobierno ceder ante una cuestión semejante que suscitara cualquiera de sus compañeros.

No se puede llevar el amor propio de nadie a cuestión tan importante. ¿No es una necesidad que el Gobierno venga aquí a discutir estas reformas? Pues vamos a hacerlo y a hacerlo con patriotismo, pues se trata de una cuestión que no pertenece a ningún partido, en la que todos deben tener igual participación, y por consiguiente, que debemos resolverla con un espíritu amplio, con el concurso de todos.

Así es como creo yo que podremos llegar a un resultado patriótico y conciliador; pero no con discursos como el del Sr. Romero Robledo. Que viene aquí a poner de relieve cosas que no se conocían, a leer periódicos que no son representantes del ejército, que no tienen nada de común con el Sr. Ministro de la Guerra ni con el Gobierno, que son representantes de los enemigos del ejército, de los que lo han comprometido siempre, hasta el punto de que el propietario o director de ese periódico está sufriendo ahora el castigo a que se ha hecho acreedor por su conducta. (Aprobación). Ese periódico con que S.S. combate hoy al Gobierno apoyó a los amigos de S.S. en otra época. (Interrupciones que no se oyen). No oigo las interrupciones. Supongo que cuando no las dejan oír sus autores, no merecerán la pena. (El Sr. Romero Robledo: Ese periódico apoyó al actual Sr. Ministro de Estado). Apoyó a los que ahora son amigos de S.S., pero era por las reformas militares y hoy las combate porque cree que se van a llevar a cabo. (El Sr. López Domínguez: Las mías son las que ataca hoy). ¿Pero cuáles son las de S.S.? Porque S.S. es el que debe tener más empeño en que empiece esta discusión para poner enfrente de estas reformas las de S.S.

Vengan las suyas, que así es como se hacen las leyes, no con escarceos parlamentarios en los que sólo se pierde el tiempo, porque si S.S. demuestra que sus reformas son mejores, en lo posible, que las nuestras, aceptamos con mucho gusto las reformas de S.S.; que lo que nosotros deseamos es el bien del país. (El Sr. López Domínguez: ¿Por qué no las aceptó S.S. cuando yo era Ministro?). Porque no salieron; su señoría ha estado siempre enseñando esas reformas, pero nunca las hemos visto. (Aplausos en la mayoría). Esto de estar invitando todos los días al ejército y excitándole con reformas que no conoce, no sabe cuáles son, es lo que trae perturbado al ejército. (El Sr. López pide la palabra).

Pero aquí está la base de discusión: vamos a discutir las reformas, y una vez que se discutan, aceptaremos aquello que sea mejor. En esto no hay ningún espíritu de partido, no hay más que el deseo del bien del ejército y de la Patria.

Por lo demás, Sres. Diputados, la proposición incidental del Sr. Romero Robledo no se puede aceptar, porque diga lo que quiera S.S., desde el momento en que el Gobierno y las Cortes la aprobaran, habría una imposición del Congreso para que no pudiera usarse en cierto tiempo la prerrogativa Regia. (Aprobación en la mayoría. -Protestas en la minoría reformista).

De cualquier modo, afecte en poco o en mucho a la libertad de la Regia prerrogativa, no hay necesidad de eso; basta querer para conseguir el objetivo que, al parecer, se propone S.S.

¿Quiere S.S. que las reformas militares se discutan? Pues a discutirlas; podíamos haber empleado ya esta tarde tres horas en esa discusión. Además, a propósito de esto S.S. nos ha hecho perder ya tres días en los que se podía haber discutido la totalidad. El movimiento se demuestra andando.

Yo, Sres. Diputados, apelo al patriotismo de todas las oposiciones, desde las más extremas hasta las más templadas. No quiere el Gobierno que esto sea obra de un partido; quiere que sea obra nacional. ¿Os parece bien lo que hemos propuesto? Pues decidlo. ¿Os parece mal? Pues procurad su modificación, que el Gobierno no se resiste a admitir ninguna razonable y que tienda al fin patriótico que él se propone, que es el de satisfacer las necesidades del ejército, que es hacer un ejército de la Patria en bien de las instituciones del país. (Muy bien). [3886]



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